Enfermedades Tecnológicas

En cada clase de teorías caigo más en mi propio pensamiento de que no soy nada más que una construcción social creada para obedecer a lo que me ponen al frente y a caer en cada trampa que esta sociedad pone en mi camino de manera tentadora.

Esta vez, es con lo que se nos presentó como “enfermedades tecnológicas”, que, con solo el nombre, asustan y te ponen alerta. Un ejemplo simple y muy común es la “nomofobia”, que, por raro que suene, no es fobia a los gnomos, sino que es el estrés, miedo y ansiedad que sentimos por no tener nuestro celular, lo cual me recuerda bastante a La rosa de Guadalupe, que me ponía mi mamá para que no me volviera adicta al celular. En uno de sus episodios mostraban cómo Ana, una niña que está entrando a su adolescencia, se tiró de la ventana por rescatar su celular, pero siempre me pareció algo exagerado y sobreactuado. Hasta ahora me doy cuenta de que esto es algo verdadero y que muchas personas están dispuestas a hacer cosas locas por no perder su fuente de conexión al mundo digital.

También es algo raro pensar que el contacto constante con nuestro celular puede generar lo que yo llamo un “tic en nuestro cerebro”, y que, básicamente, se trata de sentir una vibración de nuestro celular cuando en realidad no está haciéndolo. Esto puede pasar incluso cuando no tenemos nuestro celular, lo cual muestra cómo nuestro cerebro se acostumbra tanto a nuestro dispositivo que nos tiene que dar constantes impulsos, a veces inexistentes, de que seguimos online.

Algo que nunca pensé que pudiera ser considerado como una enfermedad tecnológica es buscar nuestros síntomas en internet, pero sí que es considerado como tal. Aunque, para mí, esto va no solo con los síntomas de nuestro cuerpo, sino que también acompaña la mayoría de las situaciones que experimentamos en nuestro día a día. Puede ser algo tan común como nuestras conversaciones, ya que hace poco estaba navegando en Instagram y vi una publicación que decía: “Cuéntame, aunque tal vez le pregunte a Chat GPT qué contestar”. Esto, aunque no lo parezca, es muy común; incluso yo he caído en la tentación y le he preguntado a Chat GPT cómo desearle feliz cumpleaños a alguien (perdón, no soy buena con los mensajes de días especiales). Pero hay personas que van más lejos y le cuentan su vida personal como si estuvieran hablando con un amigo cercano. Un ejemplo puede ser: https://www.tiktok.com/@andresqr9/video/7488177455094713605?is_from_webapp=1&sender_device=pc.

El phubbing es mi primera gran trampa. Cada vez que alguien me habla, lo primero que pienso es en no mirar mi celular, pero en el transcurso de la conversación, y con la mínima vibración de mi celular, mi instinto automático es mirar el teléfono. ¿Una notificación importante? No. Solo otra actualización irrelevante. Me siento mal ignorando a la gente, pero parece que mi cerebro ya está programado para dividir su atención entre la vida real y la digital, ya que, sin importar cuán importante sea la conversación, la gente cree que lo que le llega al teléfono puede ser más importante. Aquí me pregunto: ¿hasta dónde llega nuestra verdadera conexión emocional con la gente? Porque, si una vibración nos aleja de la persona que tenemos al frente, entonces nos hemos convertido en personas con una realidad virtual, y todo lo que encontramos fuera de ella es solo una simulación que pasa a segundo plano de prioridades.

Por otro lado, encontramos nuestra fuerte necesidad de usar audífonos. Tal vez sea el hecho de que ahora podemos encontrar de todo en un audio, desde podcasts hasta música, pero, para sentirlo más propio, siempre buscamos a nuestros confiables audífonos, que nos hacen entrar en nuestro propio mundo y nos alejan, de alguna manera, de la realidad que gira a nuestro alrededor. Lo cual, por bueno y satisfactorio que parezca, solo nos está causando problemas auditivos. Así que les recomiendo descansar de ellos por un tiempo, en especial si todavía no tienen licencia de conducción, ya que, en los exámenes médicos que esta licencia requiere, les harán una prueba auditiva (acabo de hacerla) y necesitan su audición en las mejores condiciones. (Si se lo preguntan... sí, las aprobé).

Por último, está esa necesidad constante de recibir notificaciones. Esa necesidad que, si no tenemos nuestra barra de notificaciones con al menos una, nos hace sentir mal. Cuando estaba escuchando sobre esta enfermedad en clase, recordé una serie donde se mencionaba la alexitimia, que, básicamente, es un trastorno emocional que implica problemas para identificar, comprender y expresar las propias emociones. Es como si la persona "no supiera" lo que está sintiendo o no pudiera ponerlo en palabras, o incluso, a veces, la persona queda tan bloqueada emocionalmente que es como si dentro suyo no hubiera ninguna emoción.

Para mí, esto es a lo que nos estamos dirigiendo con la adicción a nuestro celular y a la tecnología. La dopamina y la cantidad de datos que nos otorga el internet nos están estimulando constantemente y nos hacen responder, pero esto cada vez necesita ser más rápido para lograr generar una emoción. Ya no estamos dispuestos a esperar para sentir algo, sino que la emoción tiene que ser instantánea para que el contenido sea valioso. Pero ¿hasta qué punto logrará la tecnología y su rapidez cautivarnos? Llegará el momento en que ni siquiera un video de cinco segundos logre generar algo en nosotros, y esto nos llevará a estancarnos emocionalmente, tal vez hasta el punto de no sentir… nada.


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