¿Pienso por mí misma o por mis sesgos?"
La clase comenzó igual que todos los días, viendo las bitácoras de nuestros compañeros, que ahora la mayoría opta por hacer en formato video. Es bastante entretenido ver la creatividad con la que mis compañeros construyen sus bitácoras.
Luego empezamos con las exposiciones que, en este caso, fueron sobre los sesgos cognitivos. Aunque ya había escuchado sobre el concepto, nunca había sido consciente de cómo jugaban en mi propia vida. Me di cuenta de que, sin notarlo, estos sesgos han moldeado mi manera de vivir y la forma en la que consumo información.
Fueron cuatro los sesgos con los que más relacioné mi vida diaria. El primero es el Efecto Dunning-Kruger, que básicamente dice que creemos saber más de lo que realmente sabemos. Este sesgo fue el primero en llamar mi atención porque lo veo constantemente en redes sociales y, si soy honesta, también me he visto reflejada en él. Este efecto ocurre cuando las personas con menos conocimiento en un área sobreestiman su competencia, al contrario de quienes realmente tienen un gran conocimiento sobre el tema, ya que ellos tienden a subestimar sus habilidades.
Para mí, un ejemplo de este sesgo soy yo misma, ya que, tal y como mencionaron en la exposición, muchas veces creo que un examen va a estar fácil y que ya tengo los conocimientos necesarios. Entonces decido no estudiar y, al final, me termina yendo mal. (Recomendación: no lo hagan, mejor estudien. Solamente están sesgados).
También lo puedo relacionar conmigo porque mi hermano juega básquetbol, y yo, como buena hermana, siempre lo acompaño a los partidos. Tengo que decir que vivo con mucha emoción cada minuto del equipo en la cancha (aunque yo jamás haya pisado una); el punto es que, a veces, cuando los chicos del equipo se dejan adelantar en puntos y empiezan a equivocarse, simplemente me enojo y me digo a mí misma: "Hasta yo podría hacerlo mejor", lo cual ahora sé que es una completa mentira. Yo no entreno ni me preparo, a diferencia de ellos, que entrenan cuatro veces a la semana con esmero y dedicación. Todo esto ocurre debido al Efecto Dunning-Kruger, que me hace sobrestimar mis "nulas" habilidades con los balones y subestimar las ya trabajadas habilidades de los jugadores.
El segundo sesgo que logró captar mi atención fue el Efecto Anclaje, el cual dice, básicamente, que basamos nuestras opiniones en la primera información que recibimos, sin considerar si es relevante o precisa.
Me di cuenta de cuántas veces me ha pasado al leer noticias en redes sociales. Muchas veces veo un titular que me parece interesante o impactante, como "Investigación revela que los celulares afectan gravemente la salud", y sin siquiera leer el artículo completo, comento o comparto la publicación con mis hermanos con la sensación de estar informada. Luego, cuando realmente investigo, descubro que la noticia tiene matices o que el titular es exagerado. Este sesgo puede llevarnos a formar opiniones sesgadas y reaccionar impulsivamente sin tener la imagen completa.
Recuerdo que hace casi un mes, recibí un mensaje de mi hermana, quien me decía que en Frisby había una promoción en la que, por la compra de un Frisnacks, te daban un rubor gratis de Ruby Rose. Aunque terminó siendo una buena inversión, en ningún momento me detuve a averiguar si en realidad era una buena promoción o solo lo estaban pintando así en redes. Básicamente, me quedé sesgada con la primera impresión.
Aunque este sesgo me hace pensar, si bien tenemos que mirar más allá de la primera impresión, para mí es cierto que lo más importante es la primera impresión y, en mi opinión, sí hay ocasiones en las que debemos basarnos en ella para sacar una conclusión. Por ejemplo, si alguien es grosero o maltrata a los animales de la calle, para mí eso simplemente no tiene una segunda oportunidad. Pero no sé, es solo mi opinión.
El tercer sesgo que mis compañeros presentaron y que me dio un par de vueltas en la cabeza es el de Atribución Hostil, que ocurre cuando interpretamos las acciones o palabras de los demás como intencionalmente agresivas, aunque no haya evidencia de ello.
Este sesgo me hizo reflexionar sobre mi comportamiento en redes sociales, especialmente en debates. La Atribución Hostil ocurre cuando interpretamos las acciones o palabras de los demás como intencionalmente agresivas, aunque no haya evidencia de ello.
Un ejemplo personal es una discusión que tuve sobre cambio climático en Twitter. Un usuario comentó: "Es importante considerar también los efectos económicos de ciertas políticas ambientales". Yo lo tomé como un intento de minimizar el problema y respondí de manera confrontativa, como si estuviera atacando la causa ambientalista. Más tarde, al leer con más calma, me di cuenta de que su comentario era simplemente una perspectiva diferente, no un ataque.
En la era digital, este sesgo genera discusiones innecesarias y dificulta el diálogo constructivo. Puede pasar lo mismo en política digital, donde una simple opinión puede desatar una gran pelea en línea, ya que, más que todo en este tema, ambas partes pueden sentirse altamente atacadas por el otro solo por pensar de manera diferente y publicar en redes de acuerdo con eso. Por ello, es mejor leer con atención y dar el beneficio de la duda antes de reaccionar.
El cuarto sesgo que quiero mencionar, y no solo porque me haya llamado la atención sino también porque me hizo recordar algo, es el Efecto Espectador, el cual hace que la gente piense que, en una situación concreta, los demás van a ayudar, lo que hace que ellos tampoco ayuden.
En redes sociales, el Efecto Espectador se manifiesta de manera alarmante cuando circulan videos o publicaciones sobre situaciones de acoso, violencia o injusticia. Miles de usuarios pueden ver, comentar y compartir el contenido, expresando indignación o preocupación, pero muy pocos toman acciones concretas para ayudar. La mayoría asume que alguien más reportará la situación, que las autoridades ya están informadas o que no es su responsabilidad intervenir.
Esta difusión de la responsabilidad genera un falso sentido de participación: el acto de compartir un problema da la sensación de que se está contribuyendo, aunque en realidad no se está ofreciendo una solución directa a la víctima. En algunos casos, este fenómeno incluso agrava la situación, ya que la viralización de contenido sensible puede exponer a las víctimas sin brindarles apoyo real.
Y aunque este sesgo es, en mi opinión, bastante recurrente, en medio de la exposición me hizo reír, ya que en el ejemplo mencionaron al chico que se cayó contra el edificio E1 y nadie lo ayudó. Pero quién diría que ese chico estaba sentado al lado mío: Julián, mi amigo, que hace días, en medio de la lluvia, se estampó contra la puerta eléctrica del E1 y nadie lo ayudó.
Esto me hace pensar: si el Efecto Espectador nos hace asumir que alguien más tomará acción en una situación de emergencia, ¿hasta qué punto nuestra pasividad deja de ser simplemente una falta de intervención y se convierte en una forma de responsabilidad compartida? Es decir, ¿somos realmente inocentes cuando elegimos no actuar o nuestra inacción contribuye a perpetuar la indiferencia colectiva? Tal vez por eso, cuando era pequeña, mi mamá me decía: "Por acción u omisión, la culpa es la misma".
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